La matica de ají
(Cuento palenquero)
Antonina Valdés
Luis Antonio Escobar
Tomado de la biblioteca Banco cultural de la republica
Antonina Valdés nació en Palenque y nos cuenta ahora en Cartagena, que de niña ella se dormía con el susurro de las historias que le relataba su tía. Especialmente le gustaba el cuento que podría titularse: “La matica de ají”. Nos lo relató muy pausadamente, casi melodiosamente, al estilo de las palenqueras que tienen su dejo o manera de hablar muy contraria a la de las cartageneras que hablan rapidísimamente. Antonina comenzó:
“Una vez, una señora mandó a su niña, hija, a vender unas tripitas, (entresijos fritos). La niña caminó, caminó, caminó pero nada vendió. De pronto, al pasar por una esquina, vio a una viejita leprosa pidiendo limosna. Se acercó a ella y comenzaron a hablar y la niña la acompañó hasta la casa de la leprosa. La bañó, le curó las lepras y cuando regresó al lugar en donde había dejado la palangana con las tripitas no encontró nada y muy preocupada volvió a su casa. La mamá al verla sin nada le pidió la plata. La niña respondió que unos puercos se habían comido las tripas. La mamá llena de rabia la cogió y la enterró en el patio. Cuando llegaron el papá y los hermanitos, preguntaron por la niña. La mamá respondió que la madrina se la había llevado a vivir con ella.
“En el lugar en donde enterraron a la niña nació una matica de ají y una vez que la mamá hizo un sancocho, el papá mandó a Pedrito que fuera por unos ajíes para echarle al sancocho. Cuando Pedrito trató de arrancar un ají, la matica le dijo:
“—Mi hermanito, mi hermanito,
no me arranques el cabello,
que mi madre me ha enterrado,
por una tripita que ha faltado. [El verso es cantado].
“Pedrito regresó asustado y le dijo al papá que la mata de ají hablaba. El papá respondió:
“—¡Cómo va a ser posible! —y dirigiéndose a la otra hermanita de Pedrito le dijo: —Ve tú, Rosita.
“Cuando Rosita llegó y haló un ají, la matica le respondió:
“—Mi hermanita, mi hermanita,
no me arranques el cabello,
que mi madre me ha enterrado
por una tripita que ha faltado. [Lo anterior vuelve a ser cantado con la misma melodía].
“Rosita le dijo al papá que sí era verdad que la mata de ají sí hablaba, la mamá dijo:
“—Estos pelados son embusteros. ¡Qué va a hablar una mata de ají!
“Entonces el papá dijo:
“—De todos modos, vas tú a buscar los ajíes.
“Cuando la mamá llegó a tomar los ajíes, la matica le dijo:
“—Mamacita, mamacita,
no me arranques el cabello
que usted me ha enterrado
por una tripita que ha faltado.
[Vuelve a cantarse la misma melodía].
“Entonces la mamá se puso muy nerviosa, muy asustada y le dijo:
“—No, no, esa mata no habla.
“Entonces el papá fue él mismo a buscar los ajíes y la matica nuevamente cantó:
“—Papacito, papacito,
no me arranques el cabello
que mi madre me ha enterrado
por una tripita que ha faltado".
“Entonces el papá buscó a todos los señores del pueblo y desenterraron a la niñita. Estaba flaquitica, flaquitica y la matica de ají en la cabeza. Mandó a Pedrito, y a cada uno, donde su madrina. Cuando llegó la noche cogió a la mujer, la mató y la hizo presas. Las puso a secar en una cuerda. Al día siguiente llegó la vecina, que era una viejita que no los dejaba tranquilos, siempre pidiendo algo prestado:
“—Vecino, présteme sus tenazas, unas tenazas de candela. Pero, vecino, ¿usted qué hace con tanta carne y aquí solito? ¿Por qué no me regala un pedazo?
“—Cómo no, comadre. Coja ahí lo que quiera.
“Y todos los días regresaba a pedir más carne. Se la comía y no les daba a sus hijos. Cuando la vieja regresó a donde el compadre, comiéndose la última presa, que era la del ñango (coxis), dijo:
“—¿Compadre, y mi comadre ¿dónde está?
“Y le respondió:
“—¿Y la que se comió qué fue?
“Al oír esto, ella se atragantó con el ñango y regresó corriendo a su casa.
“—¡Ay, mis hijos! Tráiganme un poquito de agua. Entonces ellos respondían:
“—No, porque nos coge la muela cordal.
“Y la vieja se murió atoraa”.
Así termina el cuento y la narración de nuestra amiga Antonina. Se podría agregar que, desde luego, existen muchos cuentos, especialmente de la época medioeval, que se relacionan con el descuartizamiento de seres humanos. Bastaría transcribir el “Romance de Margarita o la Blanca Cervatilla”, traducción de Andrés Holguín.
(Cuento palenquero)
Antonina Valdés
Luis Antonio Escobar
Tomado de la biblioteca Banco cultural de la republica
Antonina Valdés nació en Palenque y nos cuenta ahora en Cartagena, que de niña ella se dormía con el susurro de las historias que le relataba su tía. Especialmente le gustaba el cuento que podría titularse: “La matica de ají”. Nos lo relató muy pausadamente, casi melodiosamente, al estilo de las palenqueras que tienen su dejo o manera de hablar muy contraria a la de las cartageneras que hablan rapidísimamente. Antonina comenzó:
“Una vez, una señora mandó a su niña, hija, a vender unas tripitas, (entresijos fritos). La niña caminó, caminó, caminó pero nada vendió. De pronto, al pasar por una esquina, vio a una viejita leprosa pidiendo limosna. Se acercó a ella y comenzaron a hablar y la niña la acompañó hasta la casa de la leprosa. La bañó, le curó las lepras y cuando regresó al lugar en donde había dejado la palangana con las tripitas no encontró nada y muy preocupada volvió a su casa. La mamá al verla sin nada le pidió la plata. La niña respondió que unos puercos se habían comido las tripas. La mamá llena de rabia la cogió y la enterró en el patio. Cuando llegaron el papá y los hermanitos, preguntaron por la niña. La mamá respondió que la madrina se la había llevado a vivir con ella.
“En el lugar en donde enterraron a la niña nació una matica de ají y una vez que la mamá hizo un sancocho, el papá mandó a Pedrito que fuera por unos ajíes para echarle al sancocho. Cuando Pedrito trató de arrancar un ají, la matica le dijo:
“—Mi hermanito, mi hermanito,
no me arranques el cabello,
que mi madre me ha enterrado,
por una tripita que ha faltado. [El verso es cantado].
“Pedrito regresó asustado y le dijo al papá que la mata de ají hablaba. El papá respondió:
“—¡Cómo va a ser posible! —y dirigiéndose a la otra hermanita de Pedrito le dijo: —Ve tú, Rosita.
“Cuando Rosita llegó y haló un ají, la matica le respondió:
“—Mi hermanita, mi hermanita,
no me arranques el cabello,
que mi madre me ha enterrado
por una tripita que ha faltado. [Lo anterior vuelve a ser cantado con la misma melodía].
“Rosita le dijo al papá que sí era verdad que la mata de ají sí hablaba, la mamá dijo:
“—Estos pelados son embusteros. ¡Qué va a hablar una mata de ají!
“Entonces el papá dijo:
“—De todos modos, vas tú a buscar los ajíes.
“Cuando la mamá llegó a tomar los ajíes, la matica le dijo:
“—Mamacita, mamacita,
no me arranques el cabello
que usted me ha enterrado
por una tripita que ha faltado.
[Vuelve a cantarse la misma melodía].
“Entonces la mamá se puso muy nerviosa, muy asustada y le dijo:
“—No, no, esa mata no habla.
“Entonces el papá fue él mismo a buscar los ajíes y la matica nuevamente cantó:
“—Papacito, papacito,
no me arranques el cabello
que mi madre me ha enterrado
por una tripita que ha faltado".
“Entonces el papá buscó a todos los señores del pueblo y desenterraron a la niñita. Estaba flaquitica, flaquitica y la matica de ají en la cabeza. Mandó a Pedrito, y a cada uno, donde su madrina. Cuando llegó la noche cogió a la mujer, la mató y la hizo presas. Las puso a secar en una cuerda. Al día siguiente llegó la vecina, que era una viejita que no los dejaba tranquilos, siempre pidiendo algo prestado:
“—Vecino, présteme sus tenazas, unas tenazas de candela. Pero, vecino, ¿usted qué hace con tanta carne y aquí solito? ¿Por qué no me regala un pedazo?
“—Cómo no, comadre. Coja ahí lo que quiera.
“Y todos los días regresaba a pedir más carne. Se la comía y no les daba a sus hijos. Cuando la vieja regresó a donde el compadre, comiéndose la última presa, que era la del ñango (coxis), dijo:
“—¿Compadre, y mi comadre ¿dónde está?
“Y le respondió:
“—¿Y la que se comió qué fue?
“Al oír esto, ella se atragantó con el ñango y regresó corriendo a su casa.
“—¡Ay, mis hijos! Tráiganme un poquito de agua. Entonces ellos respondían:
“—No, porque nos coge la muela cordal.
“Y la vieja se murió atoraa”.
Así termina el cuento y la narración de nuestra amiga Antonina. Se podría agregar que, desde luego, existen muchos cuentos, especialmente de la época medioeval, que se relacionan con el descuartizamiento de seres humanos. Bastaría transcribir el “Romance de Margarita o la Blanca Cervatilla”, traducción de Andrés Holguín.